La Torre de Marfil
El Desfile
Delante iba el pujante tropel de caballeros,
los cascos relucientes, brillantes los aceros,
por las sinuosidades de la senda escondida;
ya saltaban las vallas, ya salvaban los flancos
y, una mano en la lanza y otra mano en la brida,
marcaban los senderos con sus penachos blancos.
Después los cortesanos, graciosos y galanos,
guiando los corceles con perfumadas manos
desfilaban delante del cortejo del rey
y, mientras alababan del monarca el tesoro
y sus bermejas copas de brocado de oro,
sangraban los ijares, sus hebillados pies.
Detrás iban los pajes.
La luz del sol reía sobre los áureos trajes
de cien palafreneros
que guiaban los de los cien consejeros
que iban a la cabeza de un flanco y otro flanco
y en la parte central
del desfile marcial
el rey, augusto y pálido, sobre su potro blanco,
cuyas bridas aurinas despedían destellos
llevaba sobre el oro de sus blondos cabellos
melancólicamente su corona imperial.
La Raza iba enseguida
silenciosa y perdida…
y entre nubes de tierra levantadas y oscuras
iban hombres y mozos, impúberes y ancianos
y niños que marchaban cogidos de las manos
aflorando los frutos de las Eras maduras…
X
En el pueblo se quedaron los viejos abuelos.
Quedáronse en el pueblo llorosos y encorvados
los ancianos abuelos cuyos ojos nublados
vieron toda la Raza marcharse mundo arriba:
y cuando se perdieron detrás de los ribazos
levantaron al cielo sus descamados brazos:
¡se marchaban los fuertes; la juventud se iba!
Ya se acercaba el Angelus… Los trigos de las Eras
parecían más pálidos… Tristes las sementeras
y en las fuentes el agua parecía llorar…
¡El ángelus!… Los viejos se inclinaron. La brisa
animó los trigales… fue una triste sonrisa
y el Sol, como una boca de sangre besó el mar.
¡La enorme polvareda iba hacia las montañas!…
Entonces los abuelos la paz de sus cabañas
buscaron… ¡Ya no habría ni vasallos ni ley!
Y cuando el sol durmióse y se esfumó la raza
los abuelos tomaron a la vieja terraza
… ¡y nada más supieron del pueblo ni del rey!
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(1911)