La montaña mágica

Habían seguido un trecho del camino trazado irregularmente y paralelo a la vía del tren, en dirección al valle. Luego giraron a la izquierda y cruzaron la estrecha vía, atravesando un curso de agua y subiendo por un camino en ligera pendiente hacia la vertiente cubierta de boscaje; allí, sobre una meseta que avanzaba ligeramente, con la fachada orientada hacia el sudeste, un edificio esbelto, coronado con una torre de cúpula y que a fuerza de miradores y balcones parecía de lejos agujereada y porosa como una esponja, acababa de encender sus primeras luces. El crepúsculo avanzaba rápidamente. Un suave manto rojizo, que en un instante había animado el cielo cubierto, había palidecido, y en la naturaleza reinaba ese estado de transición descolorido, inanimado y triste, que precede a la entrada definitiva de la noche. El valle habitado se extendía ante ellos, alargado y ligeramente sinuoso, iluminado por todas partes, tanto en el fondo como en las vertientes, sobre todo en la de la derecha, que formaba un saliente en el que se escalonaban, como en marjales, las construcciones. La montaña mágica Thomas Mann

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Ética para Alicia

«Miren ustedes esta flor que está en el jarrón, pero mírenla sin que sean ustedes los que la están mirando y sin que la flor sea una flor, como si la naturaleza se estuviese viendo a sí misma a través de sus ojos. Entonces, cuando su yo no esté y la flor no sea una flor, cuando simplemente haya algo que está ahí pasando como si fuera una percepción percibiéndose a sí misma, abandónense ahí». Noté que el tiempo se paraba, mi ego se desvanecía, mi cuerpo flotaba como una nube de algodón y me envolvió una sensación de que todo estaba bien y en el lugar que le correspondía. Ese fue mi primer satori, lo recordaré siempre. Una experiencia que no se pide, ni se fuerza, ni se consigue: sobreviene sin querer ni saber cómo.

. Para… Ética para Alicia Luis Racionero Grau

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LA TORRE DE MARFIL

La Torre de Marfil 
El Desfile
Delante iba el pujante tropel de caballeros,

los cascos relucientes, brillantes los aceros,

por las sinuosidades de la senda escondida;

ya saltaban las vallas, ya salvaban los flancos

y, una mano en la lanza y otra mano en la brida,

marcaban los senderos con sus penachos blancos.

Después los cortesanos, graciosos y galanos,

guiando los corceles con perfumadas manos

desfilaban delante del cortejo del rey

y, mientras alababan del monarca el tesoro

y sus bermejas copas de brocado de oro,

sangraban los ijares, sus hebillados pies.

Detrás iban los pajes.

La luz del sol reía sobre los áureos trajes

de cien palafreneros

que guiaban los de los cien consejeros

que iban a la cabeza de un flanco y otro flanco

y en la parte central

del desfile marcial

el rey, augusto y pálido, sobre su potro blanco,

cuyas bridas aurinas despedían destellos

llevaba sobre el oro de sus blondos cabellos

melancólicamente su corona imperial.

La Raza iba enseguida

silenciosa y perdida…

y entre nubes de tierra levantadas y oscuras

iban hombres y mozos, impúberes y ancianos

y niños que marchaban cogidos de las manos

aflorando los frutos de las Eras maduras…

X

En el pueblo se quedaron los viejos abuelos.



Quedáronse en el pueblo llorosos y encorvados

los ancianos abuelos cuyos ojos nublados

vieron toda la Raza marcharse mundo arriba:

y cuando se perdieron detrás de los ribazos

levantaron al cielo sus descamados brazos:

¡se marchaban los fuertes; la juventud se iba!

Ya se acercaba el Angelus… Los trigos de las Eras

parecían más pálidos… Tristes las sementeras

y en las fuentes el agua parecía llorar…

¡El ángelus!… Los viejos se inclinaron. La brisa

animó los trigales… fue una triste sonrisa

y el Sol, como una boca de sangre besó el mar.

¡La enorme polvareda iba hacia las montañas!…

Entonces los abuelos la paz de sus cabañas

buscaron… ¡Ya no habría ni vasallos ni ley!

Y cuando el sol durmióse y se esfumó la raza

los abuelos tomaron a la vieja terraza

… ¡y nada más supieron del pueblo ni del rey!

………………………………………………
(1911)

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Pessoa

“. Ricardo Reis se acerca a la verja, la toca con las manos, desde dentro, casi inaudible, llega un susurro, es la brisa que circula entre las agujas de los cipreses, pobres árboles que ni hojas tienen, pero esto es una ilusión de los sentidos, el rumor que oímos es sólo el de la respiración de quien duerme en aquellas casas altas, y en estas casas bajas fuera de los muros, un airecillo musical, el vaho de las palabras, la mujer que murmuró”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago

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Soledad 2

“desgracias siempre fue señal de soledad, si hubiera correspondido Tetis al amor del gigante, otro hubiera sido su discurso”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago

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Soledad

“Me asusté un poco cuando oí llamar, no pensé que pudiera ser usted, pero no tenía miedo, era la soledad, Vaya, la soledad, le queda mucho por aprender aún hasta que sepa qué es eso, Siempre he vivido solo, También yo, pero la soledad no es vivir solo, la soledad es no ser capaz de hacer compañía a alguien o a algo que está en nosotros, la soledad no es un árbol en medio de una llanura donde sólo está él, es la distancia entre la savia profunda y la corteza, entre la hoja y la raíz, Usted desvaría, todo cuanto dice está relacionado entre sí, no hay ahí soledad alguna, Dejemos al árbol, mire para dentro de sí y vea la soledad, Como dijo el otro, solitario andar entre la gente, Peor que eso, solitario es estar donde ni nosotros mismos estamos, Está hoy de pésimo humor, Tengo días así, No hablaba yo de esa soledad, sino de otra, la que anda con nosotros, la soportable, la que nos hace compañía, Hasta a ésa a veces no logramos soportarla, suplicamos una presencia, una voz, otras veces esa misma voz y esa misma presencia sólo sirven para hacerla intolerable”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago

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Dulceza

“esta dulceza, palabra que no es portuguesa, ni española, que parece vagamente italiana, pero es la única que, propiamente hablando, le sirve para describir este momento”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago.

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Palabras

“tan ridículo se había sentido mientras hablaba, y, peor que ridículo, usando involuntariamente palabras que bien podrían haber despertado pensamientos sarcásticos en sus oyentes, era imposible que no hubieran pensado en Lidia cuando hablaba de cuidados, cariños y atenciones, por qué será que las palabras se sirven tantas veces de nosotros, las vemos acercarse, amenazar, y no somos capaces de alejarlas, de acallarlas, y acabamos así diciendo lo que no queríamos, es como el abismo irresistible, vamos a caer y seguimos avanzando.”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago
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Telaraña

“los hombres, como los animales, tienen su terreno de caza, su corral o gallinero, su tela de araña, y esta comparación es una de las mejores”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago

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Inmigrante

“Cuando alguien emigra, piensa en el país donde tal vez muera como país donde tendrá vida, es ésta la diferencia, Quizá cuando vuelva a Lisboa, dentro de un mes, no lo encuentre ya, Puedo haber puesto ya mi casa, organizado el consultorio, mis hábitos, O haber vuelto a Río de Janeiro,”

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El año de la muerte de Ricardo Reis
José Saramago

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